Y circunstamciasTexto tomado del libro “El naufragio del Cancerbero” novela de Eduardo Monteverde, cuya entrevista del autor se publicó el día jueves 4 de enero en el Periódico El Financiero El personaje de su obra, un naturalista que se explica a si mismo, dice:
“Nací de la nada, de una nadería física más rica que el vacío filosófico. No tengo nada que ver con las pamplinas darvinianas de la felicidad, miedo, tristeza, ira, asco y sorpresa. Pamplinas, a las que se agregan culpa o vergüenza, bochorno, celo, desprecio, orgullo simpatía, admiración, frustración, nostalgia, desafío o asombro. Vivo situaciones, no emociones.
Cuando digo “en su más puro estado emocional”, quiero decir que no hay expresión alguna, como cuando todo el universo cabía en la cabeza de un alfiler. Soy la ruptura de una simetría. La parte del cambio que no cambia”.
“Si acaso reconozco algo es mi infinitud inversa. Tanta es mi pequeñez. Estoy echo de partículas: electrones, neutrinos del electrón, quarks arriba, quarks abajo, muones, neutrinos del muón, quarks encanto, taus, neutrinos del tau, quarks cima, quarks fondo. Soy naturalista, ni apasionado empecinado; naturalista a secas. Fuera de mí serpentean y orbitan soldados, astronautas, violadores, asesinos, amas de casa, párvulos, estudiantes, policías, orates, pacifistas y ecologistas, ilusos y adormilados, mujeres embarazadas, travestidos, bisexuales, hermafroditas y homosexuales, transexuales y seudohermafroditas, libidinosos asexuales, erotómanos enamorados, amargados, felices, infelices; partículas banales que gustan de la celebración del Día de las Madres, del Maestro, del Trabajo, del verdugo, de la ejecución, de la Navidad y la Semana Santa, del Año Nuevo, de los Inocentes, del armisticio, de la victoria, de la derrota, del ascenso y del descenso (cuando el que baja es otro), del Niño, del Padre, de la Independencia, de la evolución, aunque nadie se percate que cada día es día de la Evolución. Me basta con ser ínfimo, como aquellos de la orden los Humillados. Aún puedo escuchar el fru fru de sus hábitos blancos barrer las baldosas, el roce de la tela cuando el pecador era sujetado al potro, el blanco y no lo negro, la coloratura del pavor en una humanidad equivocada en cuestiones de tonos, matices y longitudes de onda. Un arco iris de perplejidades, esta historia de la humanidad donde cualquier burócrata mediocre y con poder puede ser Hitler, Franco, Stalin o sus secuaces. No hay mayor gracia en ser perverso. Todo depende de las circunstancias”.