Leo el corazón de los hombres
Werner Herzog
Fragmento de la entrevista publicada en la revista Cahiers du Cinema (españa) número 30
P: Ha escapado a la muerte en un increibñe número de ocasiones. ¿Cree en la suerte?
R: No... Esperen, tienen que plantearme la pregunta con más precisión. Creó haberles oído sugerir: ¿cree en el destino? Cierta sombra en su pregunta apunta en dirección a lo que lo que los látinos llaman Fatum. El destino. No creo en eso, pero confio en las estadísticas. Existe una determinada probabilidad. Creo en las matemáticas. Es decir, no creo en ellas: confio en las matemáticas. Por lo tanto, me guardo mucho de sobrecargar las cosas de significados como la predestinación, o la idea de un orden preestablecido, tal como la filosofía ha podido pensarlo durante mucho tiempo. Ocurre, eso es todo. Uno vive su vida y permanece receptivo a las oportunidades y a todo lo que observa.
La razón por la que he sobrevivido tanto tiempo en este oficio es quizás porque me muestro receptivo: cambio, vivo, y la vida permanece en mis filmes. Lo mismo le ocurrio a Buñuel. Miren los filmes que hacía en los años treinta, los que hacía en los cincuenta en México, observen a Buñuel en la época en que trabajaba en Francia. El discreto encanto de la burguesía, etc. Él nunca dejo de vivir su vida, se mantuvo vivo, receptivo… gusta mucho por eso. Me gusta por la capacidad que tuvo para no fijar su trabajo en un rictus. El rictus de algo que hizo en una época y repitió a continuación. al ver sus filmes somos testigos de la evolución de una vida. Además, ¡Tenía un gran sentido del humor! Pero su humor porcede siempre de una cierta profundidad en la visión. Nunca es superficial. Forma parte de su esfuerzo por comprender el corazón de los hombres. y comprender el corazón de los hombres es lo que yo trato de hacer.
Les pongo un ejemplo. Soy tan bueno con los actores sólo porque comprendo el corazón de los hombres. Gracias a esa aptitud pude filmar a los verdaderos astronautas de The Wild Blue Yonder. Fueron filmados en película durante una misión en 1989. Increible, nadie había visto ese material. Esas imágenes cogían polvo en un rincónn, en los archivos de Pasadena. Allí se encuentran los mayores archivos de la Nasa, con millones de documentos, fotos, pruebas… todo ello se remonta a principios de los años cincuenta (…) Quería tener a esos astronautas en mi film, diecisiete o dieciocho años después de aquellas imágenes de 1989. Logre reunirlos en el Jonhson Space Center, de Houston, por que algunos trabajaban allí. Me introdujeron en una enorme sala de conferencias. colocaron cinco sillas en cemicirculo y una sexta para mí, frente a las otras. Tomo asiento y de pronto me desmorono interiormente. ¿Qué puedo decirles? ¿Cómo hacerme entender? ¿Qué puedo leer en sus rostros? Lo primero que se me ocurre decir es: "Crecí en Baviera, en las montañas. De niño aprendí a ordeñar vacas. Desde entonces soy capaz de reconocer a quien sabe ordeñarlas". Señalo al piloto con el dedo y afirmo: "¡You sir!". Él clama: "¡Aaah!". Ríe, se golpea los muslos y se lavanta para abrazarme. "¡Sí! ¡Crecí en una granja en Tennesse, sé ordeñar vacas!". A partir de ese momento estaban conquistados.
Leo el corazón de los hombres. Es lo que intento decirles. Es una parte importante de mi profesión leer el corazón de los hombres no es algo que se aprensa, sólo la experiencia puede enseñarlo. Hablo de experiencias muy elementales. ¿Qué significa estar prisionero? ¿Qué es tener hambre? ¿Qué es criar a los hijos? ¿Qué es la soledad en el desierto? ¿Qué significa enfrentarse a un verdadero peligro? Experiencias básicas, lo más elemental que existe. Pero la mayoría de nosotros ignora esas experiencias, salvo la de tener hijos. No veo a nadie en Francia o en España que haya vivido la experiencia del hambre. Yo si. No veo casi a nadie que haya sido maltratado en una prisión. Yo si. En África, en dos o tras ocasiones. Dejémoslo. ¿Han realizado ustedes alguna larga marcha? De esas experiencias provienen mis virtudes como cineasta.
Fragmento de la entrevista publicada en la revista Cahiers du Cinema (españa) número 30
P: Ha escapado a la muerte en un increibñe número de ocasiones. ¿Cree en la suerte?
R: No... Esperen, tienen que plantearme la pregunta con más precisión. Creó haberles oído sugerir: ¿cree en el destino? Cierta sombra en su pregunta apunta en dirección a lo que lo que los látinos llaman Fatum. El destino. No creo en eso, pero confio en las estadísticas. Existe una determinada probabilidad. Creo en las matemáticas. Es decir, no creo en ellas: confio en las matemáticas. Por lo tanto, me guardo mucho de sobrecargar las cosas de significados como la predestinación, o la idea de un orden preestablecido, tal como la filosofía ha podido pensarlo durante mucho tiempo. Ocurre, eso es todo. Uno vive su vida y permanece receptivo a las oportunidades y a todo lo que observa.
La razón por la que he sobrevivido tanto tiempo en este oficio es quizás porque me muestro receptivo: cambio, vivo, y la vida permanece en mis filmes. Lo mismo le ocurrio a Buñuel. Miren los filmes que hacía en los años treinta, los que hacía en los cincuenta en México, observen a Buñuel en la época en que trabajaba en Francia. El discreto encanto de la burguesía, etc. Él nunca dejo de vivir su vida, se mantuvo vivo, receptivo… gusta mucho por eso. Me gusta por la capacidad que tuvo para no fijar su trabajo en un rictus. El rictus de algo que hizo en una época y repitió a continuación. al ver sus filmes somos testigos de la evolución de una vida. Además, ¡Tenía un gran sentido del humor! Pero su humor porcede siempre de una cierta profundidad en la visión. Nunca es superficial. Forma parte de su esfuerzo por comprender el corazón de los hombres. y comprender el corazón de los hombres es lo que yo trato de hacer.
Les pongo un ejemplo. Soy tan bueno con los actores sólo porque comprendo el corazón de los hombres. Gracias a esa aptitud pude filmar a los verdaderos astronautas de The Wild Blue Yonder. Fueron filmados en película durante una misión en 1989. Increible, nadie había visto ese material. Esas imágenes cogían polvo en un rincónn, en los archivos de Pasadena. Allí se encuentran los mayores archivos de la Nasa, con millones de documentos, fotos, pruebas… todo ello se remonta a principios de los años cincuenta (…) Quería tener a esos astronautas en mi film, diecisiete o dieciocho años después de aquellas imágenes de 1989. Logre reunirlos en el Jonhson Space Center, de Houston, por que algunos trabajaban allí. Me introdujeron en una enorme sala de conferencias. colocaron cinco sillas en cemicirculo y una sexta para mí, frente a las otras. Tomo asiento y de pronto me desmorono interiormente. ¿Qué puedo decirles? ¿Cómo hacerme entender? ¿Qué puedo leer en sus rostros? Lo primero que se me ocurre decir es: "Crecí en Baviera, en las montañas. De niño aprendí a ordeñar vacas. Desde entonces soy capaz de reconocer a quien sabe ordeñarlas". Señalo al piloto con el dedo y afirmo: "¡You sir!". Él clama: "¡Aaah!". Ríe, se golpea los muslos y se lavanta para abrazarme. "¡Sí! ¡Crecí en una granja en Tennesse, sé ordeñar vacas!". A partir de ese momento estaban conquistados.
Leo el corazón de los hombres. Es lo que intento decirles. Es una parte importante de mi profesión leer el corazón de los hombres no es algo que se aprensa, sólo la experiencia puede enseñarlo. Hablo de experiencias muy elementales. ¿Qué significa estar prisionero? ¿Qué es tener hambre? ¿Qué es criar a los hijos? ¿Qué es la soledad en el desierto? ¿Qué significa enfrentarse a un verdadero peligro? Experiencias básicas, lo más elemental que existe. Pero la mayoría de nosotros ignora esas experiencias, salvo la de tener hijos. No veo a nadie en Francia o en España que haya vivido la experiencia del hambre. Yo si. No veo casi a nadie que haya sido maltratado en una prisión. Yo si. En África, en dos o tras ocasiones. Dejémoslo. ¿Han realizado ustedes alguna larga marcha? De esas experiencias provienen mis virtudes como cineasta.
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