Rebelarse Vende
Joseph Heath y Andrew Potter
Fragmento
Pero así es como Brooks caracteriza la contraposición de burgueses y bohemios: “Los burgueses valoraban el materialismo, el orden, la regularidad la tradición, la sensatez, la autodisciplina y la productividad. Los bohemios buscaban la creatividad, la rebeldía, la novedad, la capacidad de expresión, la generosidad espiritual y la experimentación”. Y ahora, hagámonos la siguiente pregunta: ¿Cuál de ambas refleja mejor la mentalidad del capitalismo contemporáneo?.
Quienes hayan optado por la primera pensarán que el capitalismo requiere conformismo para funcionar adecuadamente. Pero no es así. De hecho, sucede exactamente todo lo contrario. El capitalismo se nutre de lo que Joseph Schumpeter llamó la “eterna tempestad de la destrucción creativa”, es decir, una naturaleza cambiante estructurada en ciclos sucesivos de “generación y experimentación”. El sistema produce un flujo de innovación constante: productos nuevos, métodos de producción y transporte nuevos, mercados nuevos, formas de organización nuevas, etcétera. El proceso es una revolución constante cuyas estructuras económicamente se van quedando obsoletas y deben sustituirse por otras. Según Schumpeter, “el capitalismo consiste en esto y hay que tenerlo en cuenta al tomar cualquier decisión dentro del sistema”. La función de los empresarios es dar salida a estos productos y procedimientos revolucionarios. Para ello pueden comercializar inventos nuevos o emplear tecnologías ya existentes de una forma original.
Esto es dar un rodeo para decir que el sistema de valores bohemio –es decir, basado en lo cool– es la savia del capitalismo. El individuo cool se considera un radical, un subversivo que se niega a aceptar la manera habitual de hacer las cosas. Y esto es precisamente lo que mantiene encendida la llama del capitalismo. Es cierto que la verdadera creatividad es completamente rebelde y subversiva, ya que trastoca las pautas habituales de la vida y el pensamiento. Lo trastoca todo excepto el propio capitalismo. Por tanto, el proceso que Thomas Frank describe “como la conquista de lo cool” al final no es tal conquista. “La contracultura”, nos dice Frank, “puede explicarse mejor como una etapa más del desarrollo de la mentalidad burguesa estadounidense, un acto intersante del melodrama del consumismo individual en el siglo XX”.
Fragmento
Pero así es como Brooks caracteriza la contraposición de burgueses y bohemios: “Los burgueses valoraban el materialismo, el orden, la regularidad la tradición, la sensatez, la autodisciplina y la productividad. Los bohemios buscaban la creatividad, la rebeldía, la novedad, la capacidad de expresión, la generosidad espiritual y la experimentación”. Y ahora, hagámonos la siguiente pregunta: ¿Cuál de ambas refleja mejor la mentalidad del capitalismo contemporáneo?.
Quienes hayan optado por la primera pensarán que el capitalismo requiere conformismo para funcionar adecuadamente. Pero no es así. De hecho, sucede exactamente todo lo contrario. El capitalismo se nutre de lo que Joseph Schumpeter llamó la “eterna tempestad de la destrucción creativa”, es decir, una naturaleza cambiante estructurada en ciclos sucesivos de “generación y experimentación”. El sistema produce un flujo de innovación constante: productos nuevos, métodos de producción y transporte nuevos, mercados nuevos, formas de organización nuevas, etcétera. El proceso es una revolución constante cuyas estructuras económicamente se van quedando obsoletas y deben sustituirse por otras. Según Schumpeter, “el capitalismo consiste en esto y hay que tenerlo en cuenta al tomar cualquier decisión dentro del sistema”. La función de los empresarios es dar salida a estos productos y procedimientos revolucionarios. Para ello pueden comercializar inventos nuevos o emplear tecnologías ya existentes de una forma original.
Esto es dar un rodeo para decir que el sistema de valores bohemio –es decir, basado en lo cool– es la savia del capitalismo. El individuo cool se considera un radical, un subversivo que se niega a aceptar la manera habitual de hacer las cosas. Y esto es precisamente lo que mantiene encendida la llama del capitalismo. Es cierto que la verdadera creatividad es completamente rebelde y subversiva, ya que trastoca las pautas habituales de la vida y el pensamiento. Lo trastoca todo excepto el propio capitalismo. Por tanto, el proceso que Thomas Frank describe “como la conquista de lo cool” al final no es tal conquista. “La contracultura”, nos dice Frank, “puede explicarse mejor como una etapa más del desarrollo de la mentalidad burguesa estadounidense, un acto intersante del melodrama del consumismo individual en el siglo XX”.
Te mereciste mi naranjazo