Mi idea de la diversión


Will Self 
Fragmentos

La Apuesta de Broadhurst es la manera correcta de ver las cosas al revés, una inversión apropiada de los sofismas de aquel apóstata anoréxico, garabateada en sus notitas adhesivas. La Apuesta de Broadhurst sostiene: Si adoras a la deidad eres un imbécil. Porque si realmente existe, seguro que te perdonará tu negligencia, ya que es todo bondad en estos asuntos, un sensiblero metomentodo. Y si no existe, ¡Bueno!, en el momento de expirar ya te sentirás como un soberano gilipollas, el idiota más grande del mundo. Todas esas horas desperdiciadas en aburridas tómbolas benéficas, todas esas mañanas arrodillado en la iglesia sobre cojines apelotonados, todas esas agonías patéticas: la pérdida temporal y después la breve recuperación del pequeño cambio de fe, de fe en la nada, en la nulidad, en el vacío. No, no, date cuenta de toda la fuerza de la Apuesta de Broadhurst y comprenderás que el padre ausente del Cristo humano se convierte en lo que todos sabíamos que era: un neurótico errante que no paga el mantenimiento de lo que él mismo ha creado. Probablemente se esté gastando sus recursos en algún análisis teleológico, tumbado en un sofá que surca el firmamento. <<¿Por qué?>>, se queja a su loquero <<¿por qué lo hice?>> Pero no puede admitir nada de ello, ¡ah, no!, porque sufre una negación crónica, una negación de la existencia del mundo mismo. Aunque, a pesar de lo dicho, durante algunos momentos particularmente lúcidos y equilibrados tal vez reconozca la realidad de una pequeña parte de ese mundo. Como Liechtenstein, por ejemplo.

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Somos como cocainómanos o masturbadores crónicos, ¿no?Intentamos arrancar la última pizca de desenfreno a una experiencia intrínsecamente mecánica y vacía. Metemos nuestro desatascador en su sitio, erosionamos la piel del clítoris, empujamos el pene y no sentimos nada. No es exactamente nada, es peor que nada, sentimos una chispa o un picor, el equivalente sensual de una imagen residual de la retina. En eso consiste nuestra diversión ahora, no en el pasarlo bien en sí mismo, sino sólo en una cansina referencia a ello. De todas formas, tenemos el convencimiento de que si podemos referirnos una vez más al hecho de pasarlo bien, hacer una declaración firme al respecto, la diversión retornará como los pájaros después del invierno.
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Cada vez que te entregas a un acto habitual te vinculas con los demás. Estos actos habituales son los ritos de la salud mental. Más aún, son la propia salud mental. ¿Entiendes? Y la salud mental no es otra cosa que una mutilación, un terror que te insensibiliza. Y, yo no quiero eso. No, no lo quiero.

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