Pajaro de celda
Kurt Vonnegut
Fragmentos
– ¿Sabéis lo que va a acabar matando este planeta?
– dije.
– ¡El colesterol! – dijo Frank.
–La falta absoluta de seriedad –dije–. A nadie le importa ya un pimiento qué es lo que pasa en realidad, qué es lo que va a pasar, o cómo pudimos meternos en este lío.
Consideró esto como un indicio de que estábamos haciéndonos aún más estúpidos.
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¿Qué podía tener de repulsivo, después de todo, en la Gran Depresión, precisamente, y con otra guerra más por las riquezas y mercados naturales del mundo en perspectiva, el que un joven creyese que toda persona debía trabajar según su capacidad, y ser retribuida, estuviese sana o enferma, fuese joven o vieja, valiente o cobarde, inteligente o imbécil, según sus necesidades básicas? Nadie podía considerarme un enfermo mental por pensar que no tenía por qué repetirse la guerra… que bastaba con que la gente normal de todas partes se hiciese con el control de las riquezas del planeta, disolviese los ejércitos y olvidase las fronteras nacionales; bastaba con que pasasen a considerarse hermanos y hermanas, sí, y madres y padres, también, e hijos de todo el resto de la gente normal… en todas partes.
La única persona que quedaría excluida de tal amistosa y misericordiosa amistad sería la que acaparase más riqueza de la que pudiera necesitar en un momento dado.
Fragmentos
– ¿Sabéis lo que va a acabar matando este planeta?
– dije.
– ¡El colesterol! – dijo Frank.
–La falta absoluta de seriedad –dije–. A nadie le importa ya un pimiento qué es lo que pasa en realidad, qué es lo que va a pasar, o cómo pudimos meternos en este lío.
Consideró esto como un indicio de que estábamos haciéndonos aún más estúpidos.
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¿Qué podía tener de repulsivo, después de todo, en la Gran Depresión, precisamente, y con otra guerra más por las riquezas y mercados naturales del mundo en perspectiva, el que un joven creyese que toda persona debía trabajar según su capacidad, y ser retribuida, estuviese sana o enferma, fuese joven o vieja, valiente o cobarde, inteligente o imbécil, según sus necesidades básicas? Nadie podía considerarme un enfermo mental por pensar que no tenía por qué repetirse la guerra… que bastaba con que la gente normal de todas partes se hiciese con el control de las riquezas del planeta, disolviese los ejércitos y olvidase las fronteras nacionales; bastaba con que pasasen a considerarse hermanos y hermanas, sí, y madres y padres, también, e hijos de todo el resto de la gente normal… en todas partes.
La única persona que quedaría excluida de tal amistosa y misericordiosa amistad sería la que acaparase más riqueza de la que pudiera necesitar en un momento dado.
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