It (Eso)


Stephen King
Fragmento

Uno ríe porque lo que da miedo, lo desconocido, es también lo que divierte.

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Lo miraban expectantes, con ojos afligidos y levemente esperanzados, pero Stan no pudo explicar lo que sentía. Se le habían acabado las palabras. Había un cumulo de sensaciones dentro de él y no encontraba las palabras adecuadas. Podía ser muy meticuloso, muy seguro de sí, pero tenía sólo once años y apenas había terminado el cuarto curso.

Quería decirles que había cosas peores que tener miedo. Podías tener miedo a los coches cuando vas en bicicleta. Podías tenerle miedo a la polio. Podías tenerle miedo a ese loco de Kruschev. Podías tener miedo de ahogarte si nadabas donde no tocabas fondo. Podías tener miedo de muchas cosas y seguir funcionando.

Pero lo de la Torre-depósito…

Quería decirles que esos niños muertos, los que habían bajado por la escalera de caracol en la oscuridad, habían hecho algo peor que asustarlo: lo habían ofendido.

Ofendido, si. Era la única palabra que se le ocurría, pero si la pronunciaba se reirían de él. Le tenían cariño, sin duda, y lo habían aceptado como a un igual. pero aún así, se reirían de él. Sin embargo, había cosas que ofendían el sentido del orden de cualquier persona cuerda, ofendían la idea esencial de que Dios había dado a la tierra una inclinación sobre el eje para que el crepúsculo durara sólo veinte minutos en el ecuador y más de una hora en lo polos; que, después de hacer eso, había dicho: “Bueno, si pueden calcular la inclinación, podrán calcular todo lo que quieran. porque hasta la luz tiene peso y cuando la nota de un silbato desciende bruscamente es por el efecto Dopler y cuando un avión rompe la barrera del sonido el estruendo no es el aplauso de los ángeles ni la flatulencia de los diablos, sino el aire que cae de nuevo en su lugar. Yo les di la inclinación y me senté en la platea para presenciar el espectáculo. No tengo otra cosa que decir salvo que dos más dos son cuatro, que las luces del cielo son estrellas, que si hay sangre los adultos la ven tanto como los niños, y que los niños muertos muertos están.”

Se puede vivir con el miedo, habría dicho Stan, si hubiera podido. Tal vez no eternamente, pero si mucho tiempo. En cambio, con la ofensa no se puede vivir, porque abre una grieta en tu pensamiento y si miras dentro de ella ves que allí hay cosas vivas, cosas con ojos amarillos que no parpadean y que huele muy mal en esa oscuridad. Y al cabo de un rato acabas por pensar que tal vez haya todo un universo distinto allá abajo, un universo donde hay una luna cuadrada en el cielo, donde las estrellas ríen con voces frías, un universo donde algunos triángulos tienen cuatro lados y otros cinco, y otros cinco a la quinta potencia. En ese universo puede haber rosas que canten.

Todo lleva al todo, les habría dicho, si hubiera podido. Ved a vuestra iglesia y escuchad esas historias de que Jesús caminó sobre las aguas, pero si yo viera a un tipo haciendo eso gritaría hasta quedarme ronco. Porque a mí no me parecía un milagro sino una ofensa.

Como no podía decir nada de eso, se limito a insistir:
– Asustarse no es problema. Pero no quiero meterme en algo que me haga terminar en el manicomnio.
– Pero ¿Nos acompañarás a hablar con él? – pregunto Bev –. ¿Escucharás lo que nos diga?
– Por supuesto –dijo Stan y se echó a reír –. Tal vez convenga llevar mi álbum de pájaros.
Todos rieron. Y de esa manera resulto más fácil. 
 

Patrañas. Nabo & Higo


Will Self
Fragmento

Cualquiera diría que es una historia de todos los días, ¿verdad? esta triste historia de Bull. Pobre, pobre Bull. Usado y abandonado bajo nuestro rojo sol emocional. Nos criamos a la expectativa del amor empalagoso , el amor romántico. Sentimos con arrogante goce que la nuestra sólo es una entre una infinidad de sensibilidades singulares. Qué cruel ironía que sea esta misma infinidad a la que más tarde percibimos como una tarea pesada y por añadidura aburrida. Vivimos nuestra vida con la aplicada y alienada amabilidad de los habitantes de las grandes ciudades: “Sé que eres interesante”, aparentamos transmitir telepáticamente a nuestros colegas de sufrimiento, “y que tienes esperanzas y temores de una calidad única, incluso ideas perspicaces. ¡Pero hoy no, por favor! ¡Adiós!”

Snuff


Chuck Palahniuk
Fragmento

Si quieres hablar de feminismo de tercera ola, puedes citar a Ariel Levy y su idea de que las mujeres han internalizado la opresión masculina. Ir a Fort Lauderdale por las vacaciones de Semana Santa, emborracharse y enseñar las tetas en público no es un acto que le dé poder personal a una. Eres tú, tan diseñada y programada por el constructo de la sociedad patriarcal que ya no sabes qué beneficia a tus intereses.

Una damisela tan mema que ni siquiera sabe que está en apuros.

Puedes citar a Anabel Chong –nombre verdadero: Grace Quek–, que estableció ese primer récord mundial de follarse a doscientos cincuenta y un pringados porque, por una sola vez, quería que una mujer fuera “el semental”. Porque le encantaba el sexo y estaba harta de teoria feminista que representaba a las actrices porno como idiotas o bien como víctimas. A principios de los años setenta, Linda Lovelaca estaba ofreciendo exactamente las mismas razones filosóficas para justificar su trabajo en Garganta Profunda.

El día de hoy no se reduce para nada a una cuestión de crecimiento personal.
¿Acaso respetas el derecho que tienen los demás a buscar desafíos y descubrir su potencial verdadero? ¿En que se diferencia un gang–bang de arriesgar tu vida para subir el Monte Everest? ¿Y acaso aceptas el sexo como forma de terapia emocional viable?

Sólo más tarde se supo que Linda Lovelace había sido secuestrada y maltratada. O que, antes de convertirse en estrella del porno, a Grace Quek la habían violado en Londres cuatro hombres y un niño de doce años.

A los lectores adelantados les encanta Annabel Chong. Las personas traumatizadas aman a otras personas traumatizadas.
Créetelo.
   

El hombre que se enamoró de la luna


Tom Spanbauer
Fragmentos

La trayectoria sexual es sólo una de las formas de contacto entre los seres humanos.

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Creía que estaba intentando buscar a mi madre, pero allí adonde se había ido no había lugar para mí en su interior, y había partido sola.
Creía que estaba enamorado. Y sin embargo sólo hacía lo mismo que cualquier otro pobre desgraciado que yo hubiera conocido. Correr de una madre a una esposa. Con la cabeza aún en el coño de una y la polla ansiosa por follar en el de la otra.
Junto al precipicio, en el punto más alejado del promontorio de roca, el viento se cernía sobre mí y removía la hierba alrededor, soplaba en mis orejas y en mis ojos. Podía oler el viento. Olía a mí. Cogí un trozo de granito acabado en punta. Con el granito marqué un círculo. Me quede en el centro del círculo y en voz alta y clara, le hice saber al espiritú de la montaña, Falsa-montaña, y a cualquier otro que quisiera oírlo, que desde ese mismo instante me había liberado del agujero de mujer. Que había conseguido asomar la cabeza. Que había asomado mi polla. Era libre no tenía cargas.
Y si, de hecho, un hombre necesita a una mujer, lo que haría sería convertir en mujer una parte de mí mismo.

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La mayoría de los hombres, la mayoría de los pobres hombres, cuentan siempre la misma historia de erecciones y eyaculaciones, y siempre son el que la mete a fondo. La mayoría de las mujeres, la mayoría de las pobres mujeres cuentan esta historia, que en realidad poco tiene de historia: tú habla que yo escucho, avísame cuando hayas terminado. Siempre acaban siendo ellas a quien se la meten a fondo. Pero cuando follas las cosas no son así. Follar bien, implica permutarse, luchar, intercambiar relatos y contar mentiras hasta acceder a la verdad.   

Mi idea de la diversión


Will Self 
Fragmentos

La Apuesta de Broadhurst es la manera correcta de ver las cosas al revés, una inversión apropiada de los sofismas de aquel apóstata anoréxico, garabateada en sus notitas adhesivas. La Apuesta de Broadhurst sostiene: Si adoras a la deidad eres un imbécil. Porque si realmente existe, seguro que te perdonará tu negligencia, ya que es todo bondad en estos asuntos, un sensiblero metomentodo. Y si no existe, ¡Bueno!, en el momento de expirar ya te sentirás como un soberano gilipollas, el idiota más grande del mundo. Todas esas horas desperdiciadas en aburridas tómbolas benéficas, todas esas mañanas arrodillado en la iglesia sobre cojines apelotonados, todas esas agonías patéticas: la pérdida temporal y después la breve recuperación del pequeño cambio de fe, de fe en la nada, en la nulidad, en el vacío. No, no, date cuenta de toda la fuerza de la Apuesta de Broadhurst y comprenderás que el padre ausente del Cristo humano se convierte en lo que todos sabíamos que era: un neurótico errante que no paga el mantenimiento de lo que él mismo ha creado. Probablemente se esté gastando sus recursos en algún análisis teleológico, tumbado en un sofá que surca el firmamento. <<¿Por qué?>>, se queja a su loquero <<¿por qué lo hice?>> Pero no puede admitir nada de ello, ¡ah, no!, porque sufre una negación crónica, una negación de la existencia del mundo mismo. Aunque, a pesar de lo dicho, durante algunos momentos particularmente lúcidos y equilibrados tal vez reconozca la realidad de una pequeña parte de ese mundo. Como Liechtenstein, por ejemplo.

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Somos como cocainómanos o masturbadores crónicos, ¿no?Intentamos arrancar la última pizca de desenfreno a una experiencia intrínsecamente mecánica y vacía. Metemos nuestro desatascador en su sitio, erosionamos la piel del clítoris, empujamos el pene y no sentimos nada. No es exactamente nada, es peor que nada, sentimos una chispa o un picor, el equivalente sensual de una imagen residual de la retina. En eso consiste nuestra diversión ahora, no en el pasarlo bien en sí mismo, sino sólo en una cansina referencia a ello. De todas formas, tenemos el convencimiento de que si podemos referirnos una vez más al hecho de pasarlo bien, hacer una declaración firme al respecto, la diversión retornará como los pájaros después del invierno.
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Cada vez que te entregas a un acto habitual te vinculas con los demás. Estos actos habituales son los ritos de la salud mental. Más aún, son la propia salud mental. ¿Entiendes? Y la salud mental no es otra cosa que una mutilación, un terror que te insensibiliza. Y, yo no quiero eso. No, no lo quiero.

Cabeza de turco


Günter Wallraff
Fragmentos


La escenificación de mi insensatez me volvió más avispado y me permitió obtener una visión de la estrechez y la gélida frialdad de una sociedad  que se considera a si misma tan sensata, tan superior, tan definitiva y tan justa. yo era el bufón al que todo el mundo dice la verdad sin tapujos.

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– ¿Lo apuntas todo?
– Por favor, no digas a nadie ni una palabra de esto –aprovecho la ocasión y añado –: en este momento no puedo hablar del asunto, pero más tarde te lo explicaré todo.
Se percata de lo asustado que estoy y de lo sería que es la cosa para mí, y no me hace más preguntas. Durante meses enteros guarda silencio “Tienes que tomar nota exacta de todo lo que esos cerdos hacen aquí con nosotros –me susurra al oído–. Tienes que fijarte bien en todo.” Parece adivinar mis propósitos y a menudo me apoya con atinadas informaciones, sin pretender saber de mi nada más concreto. Yüksel es más bien apolítico pero –no obstante ser casi un niño todavía–, como consecuencia de una profunda vulnerabilidad y desesperación y del sentimiento de solidaridad que de las mismas se desprende, mantiene lo que se sabe sobre sí sometido a la disciplina del silencio.

Yuksel Atasayar describe su situación:
“En una ocasión tuve la sensación de como si allí se hubiera producido una guerra atómica, por el aspecto del ambiente.  Todo aquel polvo y humo y todo aquello…, no sé, era algo absolutamente horrible. Era casi comparable a la guerra tal como la conocemos por las películas.

“En algunos sitios el trabajo es peligroso, en uno, por ejemplo, hay riesgo de emanaciones de gas. Puedes diñarla. Y tenemos que trabajar en semejantes cámaras, donde el peligro es total. Hay letreros que te dicen que puedes palmarla si las emanaciones son demasiado intensas. Y el gas casi no lo notas, no podías ni olerlo. Había un pequeño dispositivo verificador, del que se podía hacer una lectura. Yo muchas veces me mareaba y sentía también muchas nauseas. Vamos, que muchos días no se puede soportar. Muchos días tampoco tenía apetito ninguno, no podía tragar bocado, sólo comía polvo, y es que podía uno lo que se dice comérselo. Se lo tragaba uno de lo denso que era en el aire. Contiene plomo, cadmio y yo qué sé qué contendrá. Más de una vez me he ido a un rincón, he vomitado y me he sentado sólo para respirar.

“Hay que haberlo vivido: aun después de haberte duchado se concentra todo en los pulmones y ahí se queda. Por fuera estas limpio, sí, pero por dentro… todo está dentro. Estás prácticamente metido en la mierda, y, aunque te la quites, al día siguiente la mierda vuelve a estar allí, es siempre la misma.

“Lo que no entiendo es lo poco que te pagan. Quieren hacerse tan ricos como sea posible y no dar nada a cambio, con lo ricos que son ya.

“Para mí la vida no significa nada, de veras. Por lo general no tiene ningún sentido. Al principio cuando tienes catorce o quince años, es decir, cuando se va uno haciendo adulto lentamente y tiene uno una chica  y todo eso, y te gusta irte a la cama con ella…, bueno, y lo haces ¿y qué? No, eso no es lo más importante, vamos, que la vida sólo tiene un sentido cuando quieres alcanzar algo por ti mismo, algo que llevas en tu cabeza, entonces es cuando la vida tiene sentido, si no, no tiene ninguno. Además, entonces tiene uno ganas de hacer algo… pero, si no, en conjunto la vida no tiene ningún sentido. ¿Qué es eso, la vida?

“¿Cuándo he sido ya más feliz, así en general, en la vida? Pues fue cuando tenía doce años y me fui de vacaciones a Turquía con mis padres. Aquello si que fue estupendo. Sentía de modo completamente distinto ¿Y qué es lo peor? Pues estar ahora aquí trabajando en Thyssen para la empresa Adlerm esto es lo peor de lo peor mñas le valdría a uno morirse.

Dinero


Martin Amis
Fragmento 
  
Las calles cantan. Es  cierto. ¿No las oyen ustedes? Las calles gritan. ¿han oído hablar de la cultura de las calles? Falso. En realidad no hay cultura callejera. Las cosas son así. ¿Empieza el grito donde termina la canción? Y en las calles de los monólogos y en los callejones de los coros del oeste de Londres, los que tendrían que gritar, cantan y los que tendrían que cantar, gritan. Respiran el aire que sale de los salones de marcianitos que no cierran en las veinticuatro horas del día, de los supermercados que no cierran las veinticuatro horas del día, del hipocausto de la ciudad que no cierra en las veinticuatro horas del día.  Al igual que los tugurios por los que rondan esa gentuza, ellos mismos funcionan a base de no cerrar en las veinticuatro horas del día. No cierran nunca. Esa mujer de piernas oscuras –!qué fuerza, por Cristo!– apuñalada en los portales a todas horas, con sol o lluvia: sí, también ella, como el resto del coro, ensaya permanentemente su queja personal, su grito contra la conspiración, contra la traición. Y todo acaba en obscenidades y movimientos apresurados, en odio dirigido contra sí misma, como si ya no soportase su propia proximidad. Madre mía… La canción que cantan quienes gritan es una canción dedicada a quienes no lo soportan, una canción que define e imita la significación de la palabra insoportable.
   ¿Se han fijado ustedes, por cierto, en lo alto que habla la gente en los snackbares y en los cines, en cómo los traspatios son cobijo de gente sin ingenio, gente torpe, gente con transistores, y que las palabrotas y señas de guerra sexual son la única forma de dialogo que queda en las colas de los autobuses, y que parece como si la vida hubiera salido toda ella al aire libre? Mientras, en los viejos pubs, los clientes de siempre hacen muecas y aguantan como pueden la música enlatada de rock. Hablamos en voz más alta para hacernos oír. Pronto estaremos todos gritando todo el día    
   La televisión nos afecta. El cine también. No sabemos aún cómo nos afecta. Esperamos, y contamos los síntomas. Todos nos hemos enterado de que hay un problema de verosimilitud. ¡La televisión es real!, piensan algunos. ¿Dónde queda, entonces, la realidad? Todo el mundo necesita, exige, una personalidad de las que producen impacto, una vida de serial, de teatro callejero, todo mundo quiere meterle un poco de arte a su vida… Nuestras vidas poseen cierta forma, cierta configuración artística, y todos queremos que esa forma quede revelada en todas nuestras acciones, incluso cuando nos movemos en los detalles más simples, entre nuestras llaves, nuestras esponjas, nuestras tazas de café, nuestros cajones de las camisas, nuestros talonarios de cheques, nuestras sábanas, nuestros peinados, nuestras varillas de los visillos, nuestras garantías de la nevera, nuestros bolis, nuestros botones, nuestro dinero.  

Pajaro de celda


Kurt Vonnegut
Fragmentos

– ¿Sabéis lo que va a acabar matando este planeta?
– dije.
– ¡El colesterol! – dijo Frank.
–La falta absoluta de seriedad –dije–. A nadie le importa ya un pimiento qué es lo que pasa en realidad, qué es lo que va a pasar, o cómo pudimos meternos en este lío.
Consideró esto como un indicio de que estábamos haciéndonos aún más estúpidos.

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¿Qué podía tener de repulsivo, después de todo, en la Gran Depresión, precisamente, y con otra guerra más por las riquezas y mercados naturales del mundo en perspectiva, el que un joven creyese que toda persona debía trabajar según su capacidad, y ser retribuida, estuviese sana o enferma, fuese joven o vieja, valiente o cobarde, inteligente o imbécil, según sus necesidades básicas? Nadie podía considerarme un enfermo mental por pensar que no tenía por qué repetirse la guerra… que bastaba con que la gente normal de todas partes se hiciese con el control de las riquezas del planeta, disolviese los ejércitos y olvidase las fronteras nacionales; bastaba con que pasasen a considerarse hermanos y hermanas, sí, y madres y padres, también, e hijos de todo el resto de la gente normal… en todas partes.


La única persona que quedaría excluida de tal amistosa y misericordiosa amistad sería la que acaparase más riqueza de la que pudiera necesitar en un momento dado.

La conjura de los necios


John Kennedy Toole
Fragmento

Colocando los papeles en el regazo, fue ojeándolos uno a uno y descubrió que, tal como había imaginado, casi todos eran ejercicios no devueltos que había acumulado a lo largo de un periodo de mas de cinco años. Cuando se detuvo a examinar uno de ellos, sus ojos cayeron sobre una hoja arrugada y amarillenta de papel Gran Jefe en la que había escrito, en rojo lo siguiente:
   Su total ignorancia de lo que profesa enseñar merece pena de muerte. Dudo que sepa usted que a San Casiano de Imola le mataron sus propios alumnos atravesándole con sus estilos. Su muerte, un martirio perfectamente honorable, le convirtió en santo patrón de los profesores.
   Encomiéndese a él, tonto extraviado, pseudopedante que se dedica a decir “¿alguien para el tenis?” y a jugar al golf y a trasegar bebidas alcohólicas, pues necesita usted realmente un santo patrón. Aunque sus días están contados, no morirá usted como un mártir (pues no defiende usted ninguna causa santa), sino como el perfecto imbécil que en realidad es.     

Rant La vida de un asesino


Chuck Palahniuk
Fragmentos

Andy Warhol se equivocaba. En el futuro, la gente no sera famosa durante quince minutos. No, en el futuro todo el mundo se sentará al lado de un famoso por lo menos durante quince minutos. De Typhoid Mary o de Ted Bundy o de Sharon Tate. La historia no es más que una sucesión de monstruos o de víctimas. O de testigos.

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La razón principal de que la gente se marche de una ciudad de provincias es que así pueden soñar con la idea de regresar. Y la razón de que se queden en el mismo sitio es que así pueden soñar con largarse.


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Todas las tradiciones festivas operan como ejercicios de desarrollo cognitivo, como desafíos cada vez mayores para el niño. Y pese al hecho de que la mayoría de los padres no son conscientes de esa función, siguen practicando el ejercicio.

     Un niño al que nunca se adiestra con Santa Claus es posible que nunca desarrolle la capacidad de imaginar. Para él, no existe nada salvo lo literal y lo tangible.
    
     Un niño que se desilusiona de golpe, a quien lo desilusionan sus hermanos u otros niños de sus edad, a quien lo ridiculizan por su fe y su imaginación, puede que decida no creer nunca más en nada, ni intangible ni tangible. No volver a confiar ni a asombrarse.
    
     Pero un niño que renuncia voluntariamente a las ilusiones de Santa Claus, El Conejo de Pascua y el Hada de los Dientes, ese niño puede desarrollar el conjunto más importante de habilidades. El niño puede reconocer la fuerza de su propia imaginación y su propia fe. Y asumirá la capacidad para crear su propia realidad. Ese niño se convierte en su propia autoridad. Determina la naturaleza de su mundo. Su propia visión. Y al hacerlo, gracias al poder de su ejemplo, determina la realidad de los dos otros tipos: los que no son capaces de imaginar y los que no son capaces de confiar.


  

Leo el corazón de los hombres


Werner Herzog
Fragmento de la entrevista publicada en la revista Cahiers du Cinema (españa) número 30

P: Ha escapado a la muerte en un increibñe número de ocasiones. ¿Cree en la suerte?
R: No... Esperen, tienen que plantearme la pregunta con más precisión. Creó haberles oído sugerir: ¿cree en el destino? Cierta sombra en su pregunta apunta en dirección a lo que lo que los látinos llaman Fatum. El destino. No creo en eso, pero confio en las estadísticas. Existe una determinada probabilidad. Creo en las matemáticas. Es decir, no creo en ellas: confio en las matemáticas. Por lo tanto, me guardo mucho de sobrecargar las cosas de significados como la predestinación, o la idea de un orden preestablecido, tal como la filosofía ha podido pensarlo durante mucho tiempo. Ocurre, eso es todo. Uno vive su vida y permanece receptivo a las oportunidades y a todo lo que observa.
 
   La razón por la que he sobrevivido tanto tiempo en este oficio es quizás porque me muestro receptivo: cambio, vivo, y la vida permanece en mis filmes. Lo mismo le ocurrio a Buñuel. Miren los filmes que hacía en los años treinta, los que hacía en los cincuenta en México, observen a Buñuel en la época en que trabajaba en Francia. El discreto encanto de la burguesía, etc. Él nunca dejo de vivir su vida, se mantuvo vivo, receptivo… gusta mucho por eso. Me gusta por la capacidad que tuvo para no fijar su trabajo en un rictus. El rictus de algo que hizo en una época y repitió a continuación. al ver sus filmes somos testigos de la evolución de una vida. Además, ¡Tenía un gran sentido del humor! Pero su humor porcede siempre de una cierta profundidad en la visión. Nunca es superficial. Forma parte de su esfuerzo por comprender el corazón de los hombres. y comprender el corazón de los hombres es lo que yo trato de hacer.

   Les pongo un ejemplo. Soy tan bueno con los actores sólo porque comprendo el corazón de los hombres. Gracias a esa aptitud pude filmar a los verdaderos astronautas de The Wild Blue Yonder. Fueron filmados en película durante una misión en 1989. Increible, nadie había visto ese material. Esas imágenes cogían polvo en un rincónn, en los archivos de Pasadena. Allí se encuentran los mayores archivos de la Nasa, con millones de documentos, fotos, pruebas… todo ello se remonta a principios de los años cincuenta (…) Quería tener a esos astronautas en mi film, diecisiete o dieciocho años después de aquellas imágenes de 1989. Logre reunirlos en el Jonhson Space Center, de Houston, por que algunos trabajaban allí. Me introdujeron en una enorme sala de conferencias. colocaron cinco sillas en cemicirculo y una sexta para mí, frente a las otras. Tomo asiento y de pronto me desmorono interiormente. ¿Qué puedo decirles? ¿Cómo hacerme entender? ¿Qué puedo leer en sus rostros? Lo primero que se me ocurre decir es: "Crecí en Baviera, en las montañas. De niño aprendí a ordeñar vacas. Desde entonces soy capaz de reconocer a quien sabe ordeñarlas". Señalo al piloto con el dedo y afirmo: "¡You sir!". Él clama: "¡Aaah!". Ríe, se golpea los muslos y se lavanta para abrazarme. "¡! ¡Crecí en una granja en Tennesse, sé ordeñar vacas!". A partir de ese momento estaban conquistados.

   Leo el corazón de los hombres. Es lo que intento decirles. Es una parte importante de mi profesión leer el corazón de los hombres no es algo que se aprensa, sólo la experiencia puede enseñarlo. Hablo de experiencias muy elementales. ¿Qué significa estar prisionero? ¿Qué es tener hambre? ¿Qué es criar a los hijos? ¿Qué es la soledad en el desierto? ¿Qué significa enfrentarse a un verdadero peligro? Experiencias básicas, lo más elemental que existe. Pero la mayoría de nosotros ignora esas experiencias, salvo la de tener hijos. No veo a nadie en Francia o en España que haya vivido la experiencia del hambre. Yo si. No veo casi a nadie que haya sido maltratado en una prisión. Yo si. En África, en dos o tras ocasiones. Dejémoslo. ¿Han realizado ustedes alguna larga marcha? De esas experiencias provienen mis virtudes como cineasta.   

Rebelarse Vende


Joseph Heath y Andrew Potter
Fragmento

Pero así es como Brooks caracteriza la contraposición de burgueses y bohemios: “Los burgueses valoraban el materialismo, el orden, la regularidad la tradición, la sensatez, la autodisciplina y la productividad. Los bohemios buscaban la creatividad, la rebeldía, la novedad, la capacidad de expresión, la generosidad espiritual y la experimentación”. Y ahora, hagámonos la siguiente pregunta: ¿Cuál de ambas refleja mejor la mentalidad del capitalismo contemporáneo?.

Quienes hayan optado por la primera pensarán que el capitalismo requiere conformismo para funcionar adecuadamente. Pero no es así. De hecho, sucede exactamente todo lo contrario. El capitalismo se nutre de lo que Joseph Schumpeter llamó la “eterna tempestad de la destrucción creativa”, es decir, una naturaleza cambiante estructurada en ciclos sucesivos de “generación y experimentación”. El sistema produce un flujo de innovación constante: productos nuevos, métodos de producción y transporte nuevos, mercados nuevos, formas de organización nuevas, etcétera. El proceso es una revolución constante cuyas estructuras económicamente se van quedando obsoletas y deben sustituirse por otras. Según Schumpeter, “el capitalismo consiste en esto y hay que tenerlo en cuenta al tomar cualquier decisión dentro del sistema”. La función de los empresarios es dar salida a estos productos y procedimientos revolucionarios. Para ello pueden comercializar inventos nuevos o emplear tecnologías ya existentes de una forma original.

Esto es dar un rodeo para decir que el sistema de valores bohemio –es decir, basado en lo cool– es la savia del capitalismo. El individuo cool se considera un radical, un subversivo que se niega a aceptar la manera habitual de hacer las cosas. Y esto es precisamente lo que mantiene encendida la llama del capitalismo. Es cierto que la verdadera creatividad es completamente rebelde y subversiva, ya que trastoca las pautas habituales de la vida y el pensamiento. Lo trastoca todo excepto el propio capitalismo. Por tanto, el proceso que Thomas Frank describe “como la conquista de lo cool” al final no es tal conquista. “La contracultura”, nos dice Frank, “puede explicarse mejor como una etapa más del desarrollo de la mentalidad burguesa estadounidense, un acto intersante del melodrama del consumismo individual en el siglo XX”.

Más que humano


Theodore Sturgeon
Fragmentos

– Oye, este asunto de sanar cabezas, como lo llamaste antes, no es lo que cree la mayoría. Cuando entro contigo en tu mente –o cuando entras tú solo, lo que es lo mismo– no descubro un mundo muy distinto del mundo llamado real. No parece así al principio, porque el paciente se presenta con toda clase de fantasías, caprichos y extrañas experiencias. Pero todos vivimos en un mundo semejante. Cuando alguien dijo que la verdad es más extraña que la ficción, se refería a algo parecido. Vayamos a donde vayamos o hagamos lo que hagamos, estamos siempre rodeados de símbolos, de cosas poco familiares que no miramos nunca, o que nunca vemos cuando se nos ocurre mirarlas. Si alguien pudiera contarte exactamente lo que ve y lo que piensa, mientras da dos o tres pasos por la calle, tendrías una imagen del mundo increíblemente retorcida, oscura y parcial, como nunca hubieras podido imaginártela. Nadie se fija realmente en lo que le rodea, hasta que entra en un consultorio como éste. No importa el hecho de que esté viendo sucesos del pasado: lo que cuenta es que por primera vez ve con claridad, y sólo porque, por primera vez, trata de hacerlo.
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– La mente nos empuja a veces a hacer cosas raras. Algunas parecen irracionales, sin sentido, propias de un loco. Pero la piedra angular de nuestra vida es ésta: todos nuestros actos están unidos por una lógica implacable. Profundiza lo suficiente y encontrarás una relación de causa y efecto, tan evidente como en cualquier otra esfera. Digo lógica, fíjate; no digo "virtud", "rectitud" o "justicia" ni nada parecido. La lógica y la verdad son cosas muy distintas, aunque a veces, y para quien actúa lógicamente, parezcan lo mismo.
Cuando esa mente trabaja en lo más hondo, aparentemente en pugna con la mente superficial, todo se confunde.
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– La realidad no es el más agradable de los ambientes. Pero estamos en ella como una obra de ingeniería, una buena obra, algo que merece la atención de un ingeniero; y la realidad no puede tolerar las obsesiones. Algo tiene que ceder. si es la realidad, la obra de ingeniería queda sin aplicación. Es decir, no puede aplicarse a nada, se aplica mal. Deseche la obsesión, comience a funcionar según su diseño.
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Homo gestalt, la etapa siguiente de la evolción del hombre. Bueno ¿y por qué no una evolución psíquica y no física? El Homo sapiens surgió de pronto, desnudo, sin otra arma que esa jalea arrugada que llevaba en su cráneo de rey. Era bastante distinto, (todo lo posible) de las bestias de donde había nacido.
Y, sin embargo, era igual a esas bestias. Sentía deseos de engendrar, de poseer; mataba sin escrúpulos; si era fuerte, robaba; si era débil huía; si era débil y nop podía huir, moría.
El Homo sapiens iba a morir.
Su temor estaba ya justificado. El temor es instinto de supervivencia. El temor es un consuelo, pues sólo se teme cuando aún hay algo esperanza.
Pensó en la supervivencia.
Janie quiere que el Homo gestalt tenga una moral, para que los Hip Barrows no mueran aplastados. Pero quiere ante todo que la Gestalt se desarrolle, pues ella es parte de esa Gestalt. Mis manos quieren que yo sobreviva; mi lengua, mi vientre quieren que yo sobreviva.
Moral, ¡el instinto de supervivencia codificado!
¿No es así? Pero ¿y las sociedades en que es inmoral no comer carne humana? ¿Qué clase de supervivencia es ésa?
Bueno, pero quienes se adhieren a esa moral sobreviven dentro del grupo. Si el grupo como carne humana, tú también la comes.
Debe de haber un nombre pare ese código (ese conjunto de reglas) que guía al hombre cuya vida contribuye a la vida de la especie: algo superior a la moral y por encima de ella.
LLamémosle Ethos 
Eso necesita el Homo Gestalt: no una moral, sino un ethos. ¿y me quedaré aquí sentado, con el cerebro excitado por el terror, tratando de concebir una ética para uso del superhombre?
Trataré. No puedo hacer otra cosa.
Defínamos.
Moral: código de la sociedad para la supervivencia del individuo (es decir, el caníbal virtuoso y la corrección de un hombre desnudo en un campo nudista)
Ética: código del individuo para la supervivencia de la sociedad (o sea el reformador ético: la liberación de los esclavos, la prohibición de comer carne humana, la persecución de los delincuentes).
Definiciones excesivamente cómodas, excesivamente pulidas, pero sigamos por ahora.
Como grupo, el Homo Gestalt puede resolver, dentro de sí mismo, todos sus problemas. Pero como individualidad:
No puede tener una moral, pues esta solo.
Una éntica, entonces. "Código del individuo para la supervivencia de la sociedad" El Homo Gestalt no tiene sociedad, y sin embargo la tiene. No tiene especie; es su propia especie.
El Homo Gestalt podría… ¿debería elegir un código para toda la Humanidad?


América



Jean Baudrillard
Fragmento

Sin embargo, cuando nadie está ya obsesionado por el qué dirán ni los prejuicios, aparece una mayor tolerancia a la vez que tanbién una mayor indiferencia. Al buscar la mirada del otro, acabas por no verle. Así, en la calle, la gente se cruza sin mirarse, lo cual si bien parece una nuestra de discreción y civismo, también lo es de indiferencia. Pero al menos no es afectada. Resulta a la vez cualidad y ausencia de cualidad. 

Flores para Algernon


Daniel Keyes
Fragmento

Aunque todos sabemos que al final del laberinto está la muerte (y eso es algo que no siempre he sabido: hace relativamente poco, el adolescente que había en mí pensaba que eso era algo que le ocurría solo a los demás), ahora se que el camino que elijo por el laberinto hace que sea el que soy. No soy solo una cosa, sino una  forma de ser –una de las muchas formas de ser– y el conocer los senderos por los que he pasado y los senderos que me quedan por recorrer me ayudará a entender mi ser actual

El tercer policía


Flann O´brien
Fragmentos

Cuando estaba meditando reuní todos mis pecados y los puse encima de una mesa por decirlo de algún modo. No hace falta mencionar que era una mesa muy grande. Los examiné uno por uno rigurosamente, los sopesé y los observé desde todos los angulos. Me pregunté a mí mismo cómo había llegado a cometerlos, dónde y con quién estaba cuando los cometí.
Desubrí que todo aquello que uno hace, lo hace en respuesta a peticiones y sugerencias hechas por otros, ya sea desde el interior o el exterior del sujeto. Algunas de estas sugerecias son buenas y dignas de la alabanza, e incluso algunas son indudablemente admirables. Sin embargo, la mayoría son, malas, y pecados bastante considerables. ¿Me entiende?
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¿La Vida? Estaría mejor sin ella, pues tiene poca y rara utilidad. No se puede ni comer ni beber, ni fumártela en pipa, no evita las lluvias y sabe a poco cuando la desnudas y la llevas a la cama tras una noche de cervezas en la que tiemblas, ardiente de pasión. La vida es un gran error, algo de lo que más vale prescindir, como los orinales o el bacon extranjero.
¿La Vida? Muchos hombres se han pasado intentando determinar sus dimensiones, y cuando por fin uno ha llegado a comprender algo y ha abrigado cierta perspectiva en su cabeza, por el amor de Dios, !se va a la cama y se muere¡ Se muere como un perro envenenado. No hay nada tan peligroso, no te la puedes fumar, nadie te dará ni dos peniques y medio por la mitad de ella, y al final te mata. Es un extraño artilugio, muy peligroso, una certera trampa mortal.
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Las partículas elementales



Michel Houellebecq
Fragmentos

El sexo, una vez diferenciado de la procreación, subsiste no ya como principio de placer, sino como principio de diferenciación narcisista; lo mismo ocurre con el deseo de riquezas.
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Porque la mutación metafísica operada por la ciencia moderna conlleva la indiciduación, la vanidad, el odio y el deseo. En sí, el deseo, al contrario que el placer, es fuente de sufrimiento, odio e infelicidad.
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Al poner la mano en el muslo de Caroline, Bruno casi la estaba pidiendo en matrimonio. Estaba viviendo el principio de su adolescencia en un período de transición. Dejando aparte algunos precursores –de quienes sus padres eran un penoso ejemplo–, la generación anterior había establecido un vínculo excepcionalmente fuerte entre matrimonio, sexualidad y amor. El progresivo aumento de los salarios, el rápido desarrollo económico de los años cincuenta habían llevado –salvo en las clases cada vez más restringidas, para las que la noción de patrimonio tenía una importancia real– al declive del matrimonio de conveniencia.

La Iglesia católica que siempre había mirado con reticencias la sexualidad fuera del matrimonio, acogió con entusiasmo esa evolución hacia el matrimonio por amor, más conforme con sus teorías ("Y los creó Hombre y Mujer"), más adecuada para se el primer paso hacia esa civilización de paz, fidelidad y amor que constituía su objetivo natural. El Partido Comunista, única fuerza espiritual capaz de enfrentarse a la Iglesia católica durante esos años, luchaba por objetivos casi idénticos. Así que los jóvenes de los años cincuenta esperaban enamorarse con una impaciencia unánime, sobre todo teniendo en cuenta que la desertización rural y la subsiguiente desaparición de las comunidades pueblerinas permitían que la elección del futuro cónyuge se llevase a cabo entre posibiliades casi ilimitadas, a la vez que le otorgaban una extrema importancia (en septiembre de 1955 se puso en marcha en Sarcelles la política de los "conjuntos urbanísticos", evidente traducción visual de una socialidad reducida al marco de núcleo familiar). Así que no es arbitrario calificar los años cincuenta y principios de los sesenta como verdadera edad de oro del sentimiento amoroso, que hoy todavía podemos reconstruir gracias a las canciones de Jean Ferrat o de Françoise Hardy.

Sin embrago, al mismo tiempo, el consumo libidinal de masas de origen norteamericano (las canciones de Elvis Presley, las películas de Marilin Monroe) se extendía en Europa occidental. Con los frigoríficos y las lavadoras, acompañamiento material de la felicidad de la pareja, llegaban la radio y el tocadiscos, que iban a introducir el modelo de conducta propio del flirt adolescente. El conflicto ideológico, latente a todo lo largo de los años sesenta, estalló a comienzos de los setenta con Mademoiselle Age Tendre (La tierna jovencita) y 20 Ans, cristalizandose en torno a una pregunta fundamental en aquella época: "¿Hasta dónde se puede llegar antes del matrimonio?" Durante estos mismos años, la opción hedonista-libidinal de origen norteamericano recibió un poderoso apoyo de los organos de prensa de inspiración libertaria (El primer número de Actuel apareción en octubre de 1970, y el de Charlie Hebdo en noviembre). Si bien estas revistas se situaban, en principio, en una perspectiva política de contestación al capitalismo, estaban esencialmente de acuerdo con la industria del entretenimiento: destrucción de los valores morales judeocristianos, apología de la juventud y de la libertad individual. Atrapados entre presiones contradictorias, las revistas para chicas elaboraron un compromiso de urgencia, que se puede resumir en las siguientes líneas. Durante una primera fase (digamos entre los doce y los quince años), la chica sale con muchos chicos (la ambiguedad semántica del verbo salir reflejaba, por otra parte, una verdadera ambigüedad de comportamiento: ¿qué querría decir, exactamente, salir con un chico? ¿Se trataba de besarlo en la boca, de los placeres más profundos del toqueteo y el manoseo, de las relaciones sexuales propiamente dichas? ¿Había que dejar que el chico te tocara los pechos? ¿Había que quitarse las bragas? ¿Y qué pasaba con las partes del chico?).

Para Caroline no era fácil; sus revistas favoritas daban respuestas vagas y contradictorias. Durante la segunda fase (poco después del bachillerato), la misma chica sentía la necesidad de una Historia seria (más tarde llamada big love en las revistas alemanas), y la pregunta de entonces era: "¿Debo irme a vivir con él?"; era una segunda fase, pero en principio definitiva. La extrema fragilidad de este arreglo que las revistas proponían a las chicas –de hecho se trataba de superponer, pegándolos arbitrariamente sobre dos momentos consecutivos de la vida, modelos opuestos de comportamiento– no fue evidente hasta unos años después, cuando la gente se dio cuenta de que el divorcio se había generalizado. Aun así, este esquema irreal constituyo durante algunos años, para unas chicas que de todas formas eran bastante ingenuas y estaban bastante aturdidas por la rapidez de las transformaciones que ocurrían a su alrededor, un modelo de vida creíble al que trataron de amoldarse juiciosamente.